La alegría sustituye al barro en la vuelta al cole en Martutene (Diario Vasco, 15 de Noviembre)


Hace una semana, los estudiantes de Primaria e Infantil de Arantzazuko Ama de Martutene se encontraron con una sorpresa: el barro y el agua habían anegado la ikastola. Ayer les esperaba otra sorpresa menos amarga. A los estudiantes de Infantil, Porrotx les recibió antes de clase y a los de Primaria las payasas María y Paladita. Además, a las once de la mañana la magia llegó a los estudiantes de Infantil de la mano del mago Marsel y para acabar el día disfrutaron de los trucos del televisivo mago Txan. Todo para dar una buena bienvenida a los alumnos después de los malos días que han vivido.

El centro al que ayer regresó un centenar de alumnos la semana pasada estaba cubierto por 60 centímetros de agua. La directora de la ikastola, Itsaso Alkorta, recuerda que «el agua llegó a todas partes, el material informático y administrativo se ha visto muy afectado».
En Arantzazuko Ama son conscientes de que esta particular vuelta al colegio tiene consecuencias positivas para los niños. Se trata de dejar de lado los malos recuerdos de la catástrofe. Por eso, en clase se trabajó con los alumnos el tema de las inundaciones «para empatizar con ellos y que sepan que nosotros estamos aquí», explica la directora del centro.
Una de las tareas del día fue la lectura de unos cuentos especiales dedicados a las inundaciones en los que se «planteaba la pregunta ‘cómo te sentirías tú’». Era una estrategia para que los niños se involucraran con la historia y sacaran las emociones contenidas estos días. «Hemos intentado mostrar a los escolares que esto es algo extraordinario porque muchos ahora tienen cierto miedo de que esto vuelva a ocurrir», explica la profesora Malen Álvarez.
«Lágrimas en casa»
«Hemos pensado que los niños compartan sus historias con sus compañeros para que se den cuenta de que no han sido los únicos afectados», afirma Itxaso Alkorta. Y es lo que ocurre. Poco a poco las experiencias van surgiendo al exterior y los niños comienzan a recordar. Ven que su miedo no les pertenece solo a ellos. «Algunos están asustados porque les han realojado y se ven sin su casa de toda la vida, mientras que otros se muestran temerosos porque estos días han visto a sus padres llorar», dice Uxue Ibarzabal, una de las maestras de la ikastola.
Naia Fernández, de 11 años, sabía que uno de sus compañeros había tenido que salir en zodiac de casa. Naia tiene una hermana de 4 años, vive en la colonia del Pilar y cuando en su casa comenzó a entrar el río que acabó por barrer su hogar confiesa que se sintió «perdida». Su madre, Irene Fernández, cuenta entre lágrimas que la pequeña al principio decía que «la casa estaba guarra y se preguntaba dónde estaban sus peluches y sus juguetes». Naia lloró al principio por la confusión que se extendía a su alrededor, «pero enseguida empezó a ayudar», recuerda su madre.
No fue la única en mostrar empatía con sus padres. Cuando la hija de 6 años de Amaya Urbizu veía a su madre preocupada porque la casa de la abuela había quedado destrozada, le decía: «Tranquila, ama, que todo se va a arreglar».

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